domingo, 6 de abril de 2014

Una última vez

Sentado frente a la ventana, en un piso 22. Piensa amargamente hace muchas horas; eso cree él. Pero sólo han pasado treinta y cinco minutos. No sabe qué más hacer, lo ha intentado todo, absolutamente todo, y nada cambia. Se abruma en tanta infelicidad que merece no creer. Esto lo arreglará todo.

Así como vuelve a concentrarse, sale de la ventana. Abre el clóset y sólo encuentra ropa de mujer, comprada en un supermercado. Ha aprendido a identificar a la ropa de marca, y esta sólo tiene impresa huellas chinas. Igual que las de marcas, pero esas a lo menos tienen una etiqueta distinta. Vuelve a concentrarse. Abre un cajón, luego otro, otro y no encuentra nada de valor. Se sienta una vez más ante la ventana, en un piso 22 a pensar qué ocurre con su vida. Cómo termino en esto. Aún no lo sabe, pero el ascensor se detiene en el piso. Agudiza el oído, siente las llaves al entrar en la cerradura. Suda, se pone de pie, vuelve a mirar la ventana y pensar que todo se soluciona de una forma tan simple. Sin melodramas ni comedia. Espera.

Al verlo llegar, se petrifica. Corre hacia él y con fuerza que no sabía que tenía, clava las tijeras que encontró en el piso, en su pecho. Y ve como pierde color lentamente, llegando un gris grafito. No importa de momento, corre al pasillo, y sólo ve dos niños que lo miran aterrados. No sabe cómo termino en esto, y como podrá detenerlo. Ahora piensa más que nunca en esa ventana del piso 22.

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