miércoles, 11 de abril de 2012

EL CAMPEÓN



Como todos los viernes en la noche: sentada frente al televisor, con un cigarrillo en una mano y en la otra con una copa de vino. Esperando, su rutina desde tiempos que ya no quería recordar. Se abrió la puerta del departamento. Primero entró su olor agrio, de hombre violento.

-          -¡Soy el mejor! – Gritó. Mientras se dirigía a paso firma a la cocina. – No duró ni tres asaltos, era un pelotudo.
-          - ¿Cuánto ganaste?, preguntó, siguiendo absorta las imágenes sin sentido del televisor.
-          - Siempre preocupada de la plata y no que te acuestas  con el próximo campeón. Destapando una cerveza.
-          - Llegas muerto de cansado; me acuesto con el campeón para dormir.
-          - Muchas estarían deseosas de sólo apoyar sus cabezas en la misma almohada que yo.
-          - Siempre con lo mismo. Anda con ellas. Tal vez les parezca interesante que hables lo mismo una y otra vez.

Apagó la televisión y ahora ojeaba una revista CARAS, amarillenta y quebradiza. Donde las modelos ya eran viejas por el continuó dobles de las hojas y el matrimonio de la portada ya era una divorcio consumado.

-          - Eso haré y verás cómo sin mí. Sacando la segunda cerveza del refrigerador.
-          - Si, sufriré. Ya me acostumbré a tus ronquidos.
-          - Eres una puta desagradecida. Nunca más recojo mujeres de la calle. Tomo el paquete restante de cerveza y se sentó frente a ella. - ¿Comida hay?
-          - Queda un poco de arroz de ayer y hay un par de huevos. Si plata para comida no dejas. Debería volver a trabajar.
-          - Ni un plato de comida caliente me espera. Todo un campeón y nada con qué reponer energías. Mientras destapaba su tercera cerveza.
-          - Jorge dice que no debe beber demasiado, te pones violento fuera del ring.
-          - Él no sabe nada. Tú sabes que las necesito para rebajar la adrenalina. Además las compro con mi dinero que gano peleando- Se metió la mano al bolsillo y dijo quince mil pesos sobre la mesita de centro, a un costado de un cenicero rebosante de ceniza y colillas.
-          - Si no fuera por el no tendrías qué hacer los viernes por la noche. Yo que tú sigo sus consejos. Se había acabado su revista, la tiro al piso.
-          - Dice que la próxima semana si gano, puedo pelear en el campeonato y de allí sólo el cielo será mi freno. Empinaba su cuarta cerveza.
-          - Esperemos. No sé cómo le sigues creyendo después de dos años.
-          - El tipo sabe, me hará el campeón que merezco ser.
-          - ¿Me das una cerveza? Ya no me queda vino. – Estiró el brazo para alcanzarla. Al hacerlo se formo un escote generoso que dejaba ver su pezón izquierdo.
-          - Termínala rápido, quiero hacer cochinadas. También lo había visto.
-          - Pero primero te bañas, con ese olor no te aguanto cerca.
-          - Ahora eres doncella. Recuerda dónde nos conocimos.
-          - ¡Maricón! – Gritó. Y tiro el resto de cerveza que le quedaba en su cara.

La miró con odio; se paró del sillón, tomó diez mil de la mesa y dejo cinco.

-          - No tengo porqué aguantarte.

Mientras tomaba una chaqueta del perchero. Las llaves del Fiat seguían en el bolsillo.

-          - ¡Ándate a la chucha!- Cerró de un portazo.

Ya en el auto, arrancó a toda velocidad por Salvador hacia el norte. Se detuvo ante el primer cartel luminoso que decía botillería. Compro dos pack’s de cervezas y una cajetilla de Malboro corriente. De nuevo en el auto, se dirigió a Bustamante. Destapó su quinta cerveza de la noche. Se detuvo en la esquina de Matta.

-          - ¡Hola papito! Son dos Luquitas la chupada, pero si me das cerveza te la dejo a luquita no más. – Con los ojos clavados en el asiento del copiloto.
-          - Sube, te invito a dar una vuelta. No quiero nada. Mientras le pasaba mil pesos.
-           - ¿Eres homosexual o de eso que sólo quieren hablar? Porque ahí sube la tarifa lolito.
-          - Bueno, paramos por ahí y me la chupas. – Pasándole una cerveza.

No sabía a dónde iban. Sólo tenía en mente que sería el próximo campeón del boxeo nacional. Sólo tenía que vencer a un tal Martín el próximo viernes y entraría al campeonato. Bajaron a toda velocidad por Irarrázaval. Detrás de ellos comenzaba asomar el amanecer.