martes, 8 de febrero de 2011

Soledad...

Era increíble cómo había pasado el tiempo, ya no se recordaba con cabello en la cabeza, pero si se recordaba sin pelos en orejas y en su nariz. Así pasaba el tiempo para él: ver dónde faltaba pelo y donde había salido; era un verdadero intercambio que ocurría en su cuerpo, debía ser de noche, porque nunca podía alcanzar esos cabellos en medio del cuerpo, siempre aparecían y desaparecían donde ellos querían.

Tampoco recordaba muy bien cuánto tiempo ya llevaba sentado sobre su camión y atravesando kilómetros y kilómetros de carretera para llegar a Santiago, donde lo esperaban más que con ansía, podría decirse que con desesperación. Era camionero hace más de 25 años, pero sólo hace 5 años estaba ganando dinero como le gustaba decir. Este era si, eso lo recordaba muy bien, su décimo quinto viaje con su "carga" que le equivaldría cerca de 6 millones de pesos por un viaje de sólo 2 días, cuando su sueldo común nunca superaba los 500 mil pesos mensuales, entonces siempre le encantaba hacer estos viajes sabiendo como disfrutaría el dinero.

Ser soltero le correspondía ciertos beneficios, siempre tenía el tiempo necesario para degustar una rica cerveza, comer cuándo, cómo y lo que él quería, podía ver la televisión a las horas que siempre gustaba y siempre podía leer sin que nadie le dijera que apagara la luz. A pesar de sentirse sólo la mayor cantidad del tiempo -excepto cuando estaba sobre su camión-, le gustaba su estilo de vida, por eso, porque era su estilo y el de nadie más.

Ya llevaba cerca de 24 horas de viaje, le quedaba alrededor de sólo 8 horas, se detendría en sólo unos momentos para poder descansar algo, estirar las piernas, fumarse su cigarrillo necesario, comer algo y poder pasar un tiempo en el otro lugar que le gustaba estar sentado, simplemente en el baño. Se detuvo, pidió una carne a lo pobre, con extra de cebolla y tres huevos, los viajes siempre le abrían el apetito. Luego fumo, espero unos instantes que su laxante hiciera efecto, y pidió las llaves del baño -tenía un culo "guerrero", podía sentarse en cualquier parte y dejarlo salir-.

Terminaba su tarea, se limpiaba y ahora comenzaba lo que nunca le gustaba, tener que buscar los ovoides entre su mierda, era su mierda, pero de todas formas olía, se sentía y se veía como mierda; no podría diferenciarla entre otros montones de mierda. Pero bueno, ahí estaban los ovoides. Al salir se sentía aliviado, no sentía ningún malestar, en estos momentos es cuando sentía más fuerte la soledad, no le gustaba... sólo sintió un golpe en la espalda y que le decían al suelo... ahora si sentiría la soledad más fuerte que nunca...