miércoles, 11 de mayo de 2011

Hay que darle en la vida...

No recordaba por qué diablos le dolía tanto su cabeza. Para tener 17 años bebía como el promedio, fumaba como ellos, comía tal cual como ellos, meaba y cagaba como uno más. Sólo era diferente en una cosa: aún era virgen y se masturbaba como ningún otro. Era todo un maestro en las "artes masturbatorias"; sabía movimientos y técnicas que lograban la mejor eyaculación, siendo la envidia de cualquier estrella porno.

No siempre lo había sido, pero desde la aparición de su acné -uno de los peores casos registrados, según su médico- le había marcado el camino. Las chicas pueden saber apreciar rostros feos, pero no rostros que en cualquier momento puedan reventar en un mar de pus y sangre. Es increíble como las mujeres pueden transformarnos.

También lo habían transformado los golpes. Era un maldito cabronazo, al ser un verdadero fenómeno el "bullyng" poseía el mejor escenario para su demostración. Lograba ganar la gran mayoría de sus combates, porque su oponente al estrellar su puño contra tanto pus y sangre perdía concentración y era el momento oportuno de un certero contragolpe. Por ello era un ganador innato, un púgil a los 17 años.

Como todas las mañanas, comenzaba con una excelente paja; sin esto era como si nunca hubiera despertado. Al contrario de lo que ocurría con el resto de los seres humanos, masturbarse no le cansaba, por extraño que parezca era una dosis de endorfina que le permitía estar despierto hasta el siguiente momento en que necesitara "otra", que no sería dentro de mucho.

En un momento sentía pudor; pero su cuerpo y mente cada vez pedían más y más. Por ello el viaje al colegio, el regreso a casa, cagando, quedándose dormido, incluso ¡comiendo con sólo una mano! eran momentos oportunos para sus cavilaciones. Se había hecho tan recurrente que sólo era necesario comenzar con el arriba y abajo con su instrumento y el momento era perfecto.

Pero desde hace unos días era algo extraño, cada vez que terminaba unas ganas de vomitar eran inevitables. Lo traía sin cuidado, pero no era algo común en él. Le molestaba que ocurriese y por tanto no podía disfurtar de sus momentos.

Sentado en el despacho de su doctor de cabecera, al ver pasar a las enfermeras en sus uniformes ajustados -sin importar la talla, sólo que fuesen ajustados- le hacían que sus pajas fueran concisas y casi perfectas. Pero nuevamente tuvo que correr a vomitar sólo bilis; porque no comía nada para expulsar lo menos posible. Podía dejar de comer, pero nunca dejar de masturbarse, lo único que le permitía escapar de su miserable vida.

El doctor le hizo pasar.
- Bien chico, dijo. Había una expresión de preocupación en su rostro, pero también de calma y algo de felicidad. - Quiero decirte que nunca me había topado con algo así en mi vida como médico.
-No se haga el gracioso, conoce mi cara desde que salió el primer puto punto negro.
-No me refiero a tu cara.
- ¿Entonces?
- Lo que ocurre - miraba hacia abajo, tal vez por vergüenza o por no querer reír en sus narices-, es que tendremos que cambiar tu estilo de vida, pero créeme que te harás increíblemente rico.
- ¿Por qué? Hable de una maldita vez. Siempre le había gustado el dinero y que le dieran por ir al doctor le fascinaba, uno paga para que te prohíban cosas y te digan cuán enfermos estamos, ellos deberían pagarnos por dejarlos hacer sentirse poderosos en algún momento de sus desagradables vidas.
- Estás embarazado de ti mismo, es necesario que te quedes desde hoy mismo con nosotros para cuidarte y que lo que tienes dentro salga sin ninguna complicación. ¡Imagina el dinero que ganaremos con esto!
- ¿Cómo?
- No sabría decirte con certeza; pero tu semen logró fecundar parte de tu intestino y algo está creciendo allí y te aseguro por mi madre que eso no es mierda. -Mientras apuntaba un "bultito" en una radiografía de su estómago.

Lo que más le dolía era la prohibición y precaución de no masturbarse en los próximos 6 meses por posibles daños al "bultito"; además que con uno bastaba. Comenzaría a probar con otras cosas; el dedo en el culo no puede dejar embarazado a nadie, pensó. Mientras caminaba desde la consulta de su doctor...
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