martes, 24 de mayo de 2011

Los perros mean dónde quieren

Mirando el reloj con los ojos semi cerrados, podía ver que eran sólo las once y treinta de la mañana, aún demasiado temprano para dejar la cama. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que tenía que cumplir un horario, tener que regalar ocho horas de su vida a un trabajo que no le producía nada más que cagaderas sistemáticas de sólo pensar que estaba encerrado ocho horas en algo que desagradaba. Recordaba que sólo quería ser escritor, a sus 24 años, contaba con las 24 horas para serlo, no lo podía disfrutar mucho, porque tampoco recordaba como lo había logrado, su libro Los perros mean dónde quieren lo había catapultado como revelación editorial y ya estaba en su sexta edición y en la traducción a otros 3 idiomas. De eso ya tres años, pero seguía sin saber cómo había logrado todo eso.

Pero pasaba por ése período que los escritores llaman de "sequía", tampoco la poesía parecía poder fluir. Es más, estaba tan mal que llevaba dos días sin cagar y eso ya le preocupaba. El teléfono sonaba todos los días, eran los tres editores que seguían exigiendo sus cuentos, sus poemas, su libro y éste no sabía qué decirles: "hey tipo, has estado sentado en el baño toda una hora queriendo cagar y sólo sientes dolor de estómago, sabes que está ahí pero no quiere salir... bueno; la escritura es totalmente igual, no molestes".

Cerro los ojos una vez más, al volverlos abrir eran las tres de la tarde. Buena hora para levantarse e intentar hacer algo. Fue al baño, sólo puedo mear, otra vez su falta de inspiración le estreñía las tripas.