lunes, 14 de noviembre de 2011

Maldita Primavera...

Era la maldita primavera la que le recordaba su asma, esa que pasaba desapercibida en invierno; volvía con toda furia en primavera, y con el pasar de los años cada vez más virulenta. La odiaba con todo su ser, el tener que estar siempre recurriendo a sacarse los mocos de la nariz, a no poder respirar tranquilo, el estar siempre enrojecido como tomate; le desagradaba. Había espantado a un número indescifrable de chicas, incluso cuándo las había pagado, eso era el colmo!! Cómo podía producir tanta repulsión su asma, en que lo convertía, se sentía que año tras año se convertiría en la cucaracha que kafkiana.

Pero eso no ocurriría más, estaba cansado, agotado, sin aliento para continuar con este verdadero calvario. Herencia genética le dijeron, pero estaba seguro que su padre había cometido un crimen que los mismos dioses le hicieron pagar por intermedio de él, a su vez era la mejor explicación que se daba al hecho de haber sido abandonado a los 4 años por ambos padres. Todo tiene explicación en esta vida se decía. Ya despuntaba el sol, era la hora pick del calor y por ende, de su asma. Pero allí estaba en esa fila que parecía nunca terminar, pero sus ganas de curar el asma eran mayores.

Delante de él sólo quedaban tres personas más, la típica abuela que al llegar a la caja comenzaría a buscar su libreta de ahorros y sus documentos, cuándo estuvo más de 40 minutos en la fila y no busco nada, las odiaba.  También sólo dos cajas abiertas de siete, cómo éste país no iba a crecer si no todo el mundo estaba en su puesto de trabajo cuándo debía hacerlo, también le producía odio. En fin, no tenía porqué seguir amargándose ya era su turno.

Se acerco con paso firme a la caja, le tocó la niña bonita, no todo es malo en la vida cruzó de forma fugaz por su rostro pero ante la mueca de asco que le hizo esa niña bonita al verlo, se desvaneció de inmediato. Más odio sentía y más ganas de hacerlo. Se acerco al pequeño orificio y le paso el papel: "Dame todo el dinero que tengas en caja, no hagas alarma, tengo una bomba bajo mi chaleco". La niña bonita comenzó hacerlo y el se sentía el rey del mundo. Le pasó la bolsa, retrocedió con calma y por sobre todo, feliz. Pero al llegar a la puerta vio todas las patrullas afuera, se sentía un ganador. No sabía que ocurrió, en las películas no pasaba eso. Eran las malditas alarmas silenciosas, nunca soltó la bolsa y sólo vio una luz cegadora y oyó un ruido como un pitido nada más. No mentía sobre la bomba y murió feliz, ya no tendría asma dónde estuviese.