domingo, 19 de enero de 2014

Avanzando hacia sus amaneceres

Ya era su tercer día encerrado en el departamento. No sabía cuánto más podría aguantar. Dijeron con que estuviera una semana desaparecido, comenzarían a pensar qué hacer con él. De momento debía seguir aguardando instrucciones.
Tenía prohibido acercarse a la puerta del edificio. Comida para a lo menos 6 días había entre la despensa y el refrigerador. Algunos libros generales, clásicos de la literatura y uno que otro best seller. Pero sin acceso a periódicos, diarios y televisión. Había un viejo mini disc con el cuál escuchar música en CD's (que sólo eran de blues y jazz). Que había comenzado apreciar en sus tardes de lectura.
Ropa era lo de menos; ropa interior suficiente para cambiarse todos los días, poleras y pantalones de ejercicio (media docena), sólo un par de zapatillas y muchas calcetas. Sabían que era un deportista aficionado.

Todas las mañanas desperta a las 06:45 horas, ya por costumbre, ya que ni teléfono celular tenía, su fiel despertador. Hacia una hora de ejercicios dentro de su pieza. A la ducha y luego un ligero desayuno. Anotaba en una libreta todo los tipos de ejercicio que había hecho en la mañana, si notaba que se inclinaba por uno en particular, alteraba a la mañana siguiente su rutina, para equilibrar el acondicionamiento físico. Después de ello, se sentaba frente a su viejo cuaderno, con lápiz verde a intentar escribir. De sus tres días encerrado sólo afloraron cuatro páginas completas por ambas caras, nada mal para alguien que se decía escritor de medio tiempo. Al medio día comenzaba a preparar el almuerzo, también ligero. Con el paso de los días encontró que comer poco lo mantenía mucho más alerta. Preparaba café para la tarde, y leía hasta que se entrase el sol. Para hacer una rutina de pesas que había encontrado en uno de los clóset del departamento. Finalmente una nueva ducha para partir a la cama, sin mayores pretensiones. Sólo pensando: ¿Por qué estoy aquí? Una parte de su cerebro sabía el motivo, pero al parecer, no quería hacercelo saber de nuevo.

A la mañana siguiente, sentía la necesidad imperiosa de escuchar una voz ajena a su cuerpo. Cada célula de su cuerpo le recordaba que era una meta, para seguir cuerdo. Estaba cansado de hablarse a sí mismo, quizás porque pudiese no gustarle alguna respuesta. Es más, ya dos días que permanecía completamente mudo. Creyó que se acostumbraría pero estaba muy lejos de eso.
Mientras hacía su almuerzo, sin ganas. Golpearon tres veces la puerta, como si quisieran echarla abajo. Con el mismo cuchillo que desollaba un pescado, camino lentamente hacia la puerta. Sin "ojo mágico", no podía ver quién había golpeado la puerta. En ese instante tomó conciencia que todo este momento había tenido las cortinas cerradas y sólo se daba cuenta de la llegada de la noche, porque el calor menguaba. Camino lentamente, puso su oreja derecha contra la puerta, pero no escuchó nada. Retrocedio en puntillas, para hacer el menor ruido posible. Miro de forma fija la puerta, como si tuviera algún poder capaz de permitir ver al otro lado, pero no lo poseía. Espero y espero. Nada ocurrió. Al darse media vuelta, pensó que era algún ebrio equivocado, que buscaba calmar sus ganas de golpear a su pareja. Mientras dilusidaba aquello, sintió el sonido de un sobre deslisandose por debajo de la puerta. Corrió de vuelta a la puerta, intenro abrir para recordar en ese instante que estaba con llave, desde fuera. Había sido una precaución de seguridad. 

Miró sus pies, allí descansaba un sobre blanco. Lo levanto, sabía que estaba encerrado por algo, no tan importante como para sufrir un ataque de anthrax. Abrió el sobre y en una hoja tamaña oficio escrito, sin complicaciones ni apuros:

                "A LAS 24 HORAS DEL DÍA DE HOY, PASARÁN POR TI. 
                         PROCURA ESTAR PREPARADO"

Quedaban 12 horas más y sabía que no estaba preparado...

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